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Iba a ser Químico. Era lógico: mucha afinidad con las ciencias duras y una  familia materna muy del trabajo intelectual. Todo marchaba en calma hasta que estrené Antígona Vélez y ahí la existencia se puso de cabeza y empecé a dudar: ¿quería una vida dentro de un laboratorio o sobre el escenario? El teatro ganó. El teatro siempre gana, al menos en mis elecciones. Abandoné las pipetas y los mecheros, armé la valija y me vine a la Capital a hacer el ingreso a la EMAD. 

Hace ya veintiún años de ese momento.

Con el tiempo incursioné en cine, tv, hice mucha publicidad para pagar el alquiler, pero el teatro siempre será el ámbito mas querido.